Karim Berkane es el alma culinaria del restaurante Azure, en el corazón del Hotel Montepiedra, Karim es un chef que ha hecho de su cocina un lenguaje universal de cuidado, respeto y pasión. Su trayectoria es un viaje de esfuerzo, talento y generosidad, que ha convertido su cocina en un espacio donde confluyen culturas, sabores y emociones. En esta entrevista, conocemos al chef que no solo cocina, sino que cuida, enseña y emociona con cada plato.
Karim, ¿Cómo comenzó tu camino en la cocina?
Nací en Argelia y me mudé a Francia con 19 años. Fue en París, celebrando mis 20 años, donde descubrí la cocina por casualidad. Comencé en un restaurante español llamado El Buriquito, con una familia andaluza que me acogió. No tenía estudios, pero vieron algo en mí, algo que tenía que ver con el talento.
¿Y cómo pasaste de una cocina familiar a formarte profesionalmente?
Más tarde, trabajé con una familia italiana que me enseñó todo. Fue el hijo quien me animó a estudiar en la Escuela de Gastronomía Saint-Michel. Saqué el Grado 2 en gastronomía francesa. Estuve cinco años en París, luego me recomendaron Londres. Allí, si no tienes talento, no llegas lejos. Empecé de abajo, como kitchen porter, y subí.
¿Qué trajiste de esa experiencia a España?
La mentalidad. En Inglaterra se apuesta por formar a todos. Si eres friegaplatos, puedes llegar a chef. En España eso cuesta. Yo trato de cambiarlo: formo a mi equipo desde abajo y les doy oportunidades. En la UAMI, por ejemplo, convertí a dos chicas chinas que fregaban platos en ayudantes de cocina.
¿Qué significa para ti cocinar?
Cocinar es un arte. No es solo alimentar, es emocionar. Cuando alguien sonríe al probar un plato, eso es lo que me llevo a casa. Me gusta salir a ver sus caras cuando prueban lo que hago. Ese momento vale más que cualquier otra cosa.
¿Cómo es un día normal en Montepiedra para ti?
Llego a las 7:30 u 8:00. Reviso lo del día anterior, superviso productos, equipo, calidad. Todo es fresco y casero, desde los caldos hasta los postres. Me involucro en cada compra. Si la carne no es buena, se devuelve. La calidad es innegociable.
¿Cuál es tu sello personal en la cocina del hotel?
Una mezcla. Un poco árabe, francés, español, internacional. Tengo platos como la corvina con salsa thai, que sorprenden a los clientes. Me gusta fusionar y dar personalidad a cada creación.
También cocinas para deportistas y personas con necesidades especiales, ¿cómo lo gestionas?
Con máximo respeto. Han venido equipos con celíacos o diabéticos. Cuido cada ingrediente, sin contaminación. Incluso me he encargado de preparar pan especial para el Shabat de un equipo israelí. La cocina no tiene religión, solo tiene alma.
¿Qué te emociona más de tu trabajo?
Ver a alguien disfrutar. Que un cliente vuelva con su familia. Que un niño pruebe algo y quiera repetir. Que un entrenador en plena guerra me escriba desde Gaza para decirme que extraña mi cocina. Eso no se paga con dinero.
¿Qué significa para ti Montepiedra?
Es mi casa. Empecé desde cero. Creé todo: menús, equipos, ideas. Vivo a tres minutos, camino al trabajo. Montepiedra es la primera cocina 100% mía. Aquí quiero crecer y seguir soñando.
¿Tienes algún sueño pendiente?
Sí, abrir una pequeña escuela de cocina para niños. Enseñarles a hacer arroz, postres, a amar la cocina. Como hice con mi hija. Y por supuesto, seguir creciendo, alcanzar estrellas Michelin algún día.
Karim no solo cocina, nutre. No solo dirige una cocina, lidera con el corazón. Montepiedra es más que un hotel, es el escenario de su historia viva, y cada plato, un capítulo que deja huella.
Nos vemos en Campoamor
Entrevista publicada, en parte, en la revista Campoamor.com de 2025.
Autor: Marlén Fernández




