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viernes 22 noviembre 2024

La sexualidad en la vejez. Un artículo de colaboración de María Blasco Martínez

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En muchas ocasiones he visto a la gente joven quedarse mirando cuando una pareja de “ancianos” va por la calle o está en una terraza dándose muestras de afecto. En este mundo en el que domina la juventud y la inmediatez, no queda sitio para el sexo después de la jubilación. Identifican el sexo con el procrear. ¿Acaso piensan que la sexualidad y el amor tienen fecha de caducidad?  ¿Realmente creen que el deseo desaparece al cumplir los 65?

La sexualidad nos acompaña durante toda nuestra vida, nace y muere con nosotros. De la misma manera que nosotros vamos evolucionando, también evoluciona nuestra vida sexual. Nuestras relaciones sexuales van cambiando con la edad, como nosotros  mismos. Pero eso no significa que sean peores: son simplemente distintas, y no por ello menos satisfactorias. El hecho de que en la vejez se produzcan cambios en nuestro cuerpo tales como sequedad vaginal en las mujeres, o dificultades de erección en el varón (entre otras), puede darnos la oportunidad de enriquecer nuestra sexualidad descubriendo otros aspectos. Es el momento de perder la prisa, de relajarse: ya no hay miedo a embarazos, ya no hay stress laboral, ya no hay que poner el despertador para madrugar. Es el tiempo de la erótica, de los besos, de las caricias, de las conversaciones en la intimidad, de las tardes enteras…al liberarnos de las presiones la sexualidad es mucho más gratificante.

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No encontrarán a ningún médico que les prohíba las relaciones sexuales por el hecho de tener una determinada edad; solo se limitan en casos de enfermedades graves o incapacitantes. Está demostrado que la sexualidad mejora el estado de salud del individuo: tiene efectos beneficiosos sobre el sistema cardiovascular, sobre el sistema hormonal, sobre los músculos y articulaciones, disminuye la ansiedad, evita la depresión, mejora el insomnio, libera endorfinas en el cerebro disminuyendo el dolor… además tiene efectos psicológicos positivos muy importantes tales como el mantenimiento de la autoestima, el aumento de la complicidad en la pareja y el desarrollo de los afectos. 

Merecen una mención especial las nuevas parejas que se establecen en la tercera edad. Cada vez es mayor el número de personas que tras el divorcio o la muerte de su cónyuge deciden formar una nueva pareja. Estas nuevas parejas no lo tiene nada fácil al principio, a las inseguridades y los complejos personales se suman las limitaciones culturales, y la no aceptación muchas veces de los familiares más cercanos: los hijos suelen ver con extrañeza que su padre o madre decida empezar una nueva relación pasada ya una edad. Debe existir en la familia un clima de comprensión y de diálogo, permitiendo que los afectos y la sexualidad se expresen durante el  mayor tiempo posible.

Es por esto que debemos reflexionar sobre el tema. Debemos entender que no existe una única vejez, hay tantas como individuos. Cada individuo vive de distinta manera, y de distinta manera va envejeciendo.  Y esa vejez debemos intentar que sea lo más plena posible, entendiendo la sexualidad como una parte más de la vida, necesaria para la plenitud de ésta. Desde el respeto y desde la aceptación, debemos entender que la sexualidad es positiva y beneficiosa durante toda la vida, y la vejez es solo un período más.

Autora: María del Rosario Blasco Martínez. Médico Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Máster en Sexología

Fotografía superior: Foto de Amor creado por freepik

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