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jueves 21 noviembre 2024

Recordamos la entrevista que le hicimos a “Fina la del quiosco”

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Fina, conocida también como la panderillas o Fina la del quiosco, nació,​ allá por el 1937, en la casa principal de​ Campoamor, cuando todavía no existía​ la urbanización y todo eran tierras de labranza​ en las que se cultivaban guisantes,​ alcachofas, habas y, sobre todo, cereales.​ Su infancia fue como la de muchos niños​ de aquella época en los entornos rurales,​ exenta de lujos y comodidades pero colmada​ de momentos felices rodeada de su​ familia. O al menos, así la recuerda ella​ que, a pesar de contar que a los nueve​ años ya trabajaba en las tareas del campo​ o de incomodidades como tener que​ ir a coger el agua de beber a la rampa del​ río Nacimiento, habla con entusiasmo de​ aquellos tiempos y se le iluminan los ojos​ recordando.​

(Fina Campillo en la casa principal de la finca de Dehesa de Campoamor)

Probablemente, fue Ramón de Campoamor,​ constructor de la casa principal, junto​ a su esposa, el que implantó el sistema​ de colonias agrícolas en la finca a mediados​ del siglo XIX, sistema que promovía el asentamiento de colonos para que habitaran​ una vivienda cerca de la tierra que​ trabajaban. Fina comenta que cuando ella​ era niña habría unas cien personas repartidas​ en la media docena de casas que ​había en la finca.​

Las familias eran numerosas y había muchos​ niños que, según recuerda Fina, se​ juntaban los domingos para jugar en el​ campo, “era la única diversión que teníamos”.​ Sin contar las excursiones a​ Pilar de la Horadada, la población más​ cercana, “mi padre nos llevaba en el carro,​ pero había que llevar cuidado con​ la hora, porque a las cinco en punto te​ podías cruzar con el único coche que​ pasaba, el Costa Azul, y había que llevar​ mucho cuidado porque espantaba a la​ yegua”.​

También recuerda Fina que una vez al año,​ el día de Santiago concretamente, iban a​ la playa. “Mi madre preparaba tortilla y​ conejo en pepitoria, y pasábamos el día​ bañándonos en el mar”. O el día de la​ mona, que lo pasaban en la pinada con​ las demás familias.

Fina recuerda que una vez a la semana​ venía un maestro, desde San Miguel de​ Salinas, para darles clase a ella y a sus​ hermanos. Así como a los niños de las​ demás casas de labranza que había en​ la fincan, antiguamente llamada de Matamoros.​

Cuenta que, durante los trayectos en carro,​ le pedía a su padre que le explicara​ sus dudas escolares. De sus hermanos,​ era la más aplicada, incluso consiguió​ aprobar un curso de corte y confección​ por correspondencia.

De aquellos primeros años de infancia​ y adolescencia no olvidará cuando vino​ todo un obispo, con un séquito de curas,​ a ofrecerles la Primera comunión a un nutrido​ grupo de niños procedentes de las​ distintas casas de la finca. Las edades​ oscilaban entre los 4 y los 12 años, incluso​ hubo algunos, un poco mayores, que​ aprovecharon la magna visita para obtener​la Confirmación.

Pero fina creció y se enamoró. Conoció,​ dice que en los bailes de Pilar de la Horadada,​ a Francisco Fernández “ Paco el de​ Los Álvarez”, apodo que le venía por trabajar​ en una finca con el mismo nombre​ de San Pedro del Pinatar, donde se fueron​ a vivir cuando se casaron. Fina suelta una​ carcajada al comentar que de viaje de novios​ se fueron a Barcelona en moto.​

Después de vivir en San Pedro y más tarde​ en Pilar de la Horadada, volvieron a​ Campoamor, por el año 1982, ya con cuatro​ hijos, Francisco José, Raúl, Roberto y​ Emilia María. De vuelta a la casa Principal,​ se puso al servicio de la propietaria, Encarna​ Segura. “En aquellos tiempos, yo​ hacía de todo, limpiaba, ayudaba en las​ tareas de la casa y ayudaba también en​ la cocina. Pero enseguida decidieron que​ aprendiera a cocinar con los cocineros​ del Hotel Montepiedra, fui evolucionando​ hasta que un día llegaron a confiar en mí​ como cocinera de la casa”, recuerda Fina.​

Tuve oportunidad de hacer de comer a​ mucha gente importante de la época,​ como Carrero Blanco, la mujer de Franco,​ Pitita Ridruejo, la Duquesa de Alba y a​ su hermana, a Adolfo Suárez, al marqués​ de Villaverde y a su señora, incluso vino​ el propio Rey Juan Carlos”, comenta Fina,​ con orgullo.​

En una ocasión, la señora de la Casa le​ anunció que se iba a celebrar una cena​ muy especial con más de cuarenta invitados,​ entre los que destacaba la presencia​ del entonces Príncipe Felipe. Fina se​ esmeró esa noche, sacó una mantelería​ que ni la Señora se acordaba que tenía,​ la estuvo planchando durante tres días​ hasta que quedó perfecta y puso la mesa,​ los cubiertos y la vajilla “me fijé en las fotografías​ de la revista Hola”, la señora de​ la Casa no daba crédito, la mesa estaba​ perfecta. Esa noche Fina hizo un menú​ en el que incluyó croquetas, que repartió​ en bandejas de catorce unidades, una​ de estas bandejas cayó justo delante del​ Príncipe y le gustó tanto que se las comió​ todas. Al finalizar la cena, Don Felipe quiso​ entrar en la cocina para saludar a la cocinera,​ y después de un emotivo abrazo le​ dijo que sus croquetas eran una maravilla.​

Fina Campillo es una de las personas más​ entrañables de Campoamor, ha visto poner​ la primera piedra de la urbanización,​ cuando hicieron la cafetería Montepiedra.​

Una vida de trabajo duro que ahora ve recompensado​ por el cariño que recibe de​ las personas que la conocen y la quieren.​ Sus últimos años laborales los desarrolló​ preparando de comer a todo el que visitaba​ el quiosco de Fina, que estaba donde​ ahora está el restaurante Fish Bowl.


Nos vemos en Campoamor

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