Hay lugares que no se construyen solo con ladrillos y madera, sino con memoria, con afecto, con el eco de una voz antigua que aún susurra entre cazuelas. Ahó es uno de esos lugares.
Este año, en pleno centro de la urbanización de Campoamor, junto al sport center y mirando al sol desde una terraza generosa, ha abierto sus puertas Ahó, un restaurante con alma italiana, nacido del entusiasmo de Giuseppe, un romano de los que quedan pocos: amable, hospitalario y con un brillo en los ojos que solo tienen los que cocinan con amor.
“Ahó”, nos explica, es un grito de ánimo, de fuerza, de identidad. Un vocablo romano que viene de lejos, quizá desde los días de Julio César, pero que hoy sigue vivo en las calles de Trastevere. Y aquí, en Campoamor, resuena con la misma alegría.
Giuseppe no está solo. Se ha rodeado de un equipo veneciano, veronés y romano que parece una orquesta afinada, donde cada uno aporta lo mejor de su tierra. Todos los años, Giuseppe viaja a Nápoles, en una especie de peregrinación gastronómica, para aprender, para renovar, para no olvidar.
Pero la verdadera fuente de inspiración la tiene más cerca: su abuela. Fue ella quien le enseñó a hacer las masas con un 60% de hidratación, una técnica que hoy llaman “contemporánea”, pero que para él siempre fue simplemente la manera de la nonna. Esa sabiduría callada que se transmite amasando.
Una mesa, una historia
El restaurante está lleno de detalles. Desde la decoración cuidada hasta la calidez que se respira en el ambiente. No hay nada dejado al azar. Es un espacio que invita a quedarse, a brindar, a compartir.
Pedimos un menú que fue casi un viaje:
Unos entrantes que abrieron el apetito como una obertura.
Unos polpetti carbonara, sí, albóndigas en auténtica salsa carbonara, esa que no lleva nata, sino verdad.
Alcachofas a la romana, tiernas y perfumadas.
Y una pizza caprichosa al estilo napolitano, con la masa que aprendió de su abuela, crujiente por fuera, suave por dentro, con alma.
Pero si hay algo que no puedes perderte, si decides ir (y deberías), es su tiramisú. Suprema delicia. Cremoso, equilibrado, con ese toque que solo da el amor de una receta familiar. Solo por este postre, ya vale la visita.
Todo esto, con cerveza y agua, por 28 euros por persona. Una experiencia que no solo se mide en euros, sino en emociones.
Ahó: más que un restaurante
El restaurante Ahó no es solo un sitio para comer. Es un trozo de Roma en Campoamor. Es el sueño de Giuseppe hecho realidad, y es también un regalo para todos los que amamos la buena mesa.
Así que, si estás por aquí este verano, Ahó es un nombre que debes recordar. Un llamamiento. Una invitación.
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