Aquel día de 1896, Ramón de Campoamor sintió el peso de los años al montar su caballo camino a San Pedro del Pinatar. La brisa salina le despejaba la mente mientras recorría la costa, con el rumor de las olas como única compañía. Tenía una cita con un viejo rival, Emilio Castelar, el expresidente de la República, quien tras abandonar la política activa, había encontrado refugio en la tranquilidad del Mediterráneo.
El destino había querido que aquellos dos hombres, que en el Congreso intercambiaron duros discursos ya que eran rivales políticos, terminaran siendo amigos en la misma tierra, compartiendo tertulias bajo la luz dorada del atardecer. Sus diferencias seguían intactas, pero la vejez suavizaba las antiguas pasiones.
—¿Sabes, Ramón? —dijo Castelar cuando Campoamor llegó a su casa, una villa rodeada de enormes árboles—. Ahora que el tiempo nos ha alejado de los gritos del hemiciclo, creo que deberíamos escribir juntos un libro. Un diálogo entre un poeta conservador y un republicano testarudo.
Campoamor rió con sinceridad.
—No sé si el mundo está preparado para tanta elocuencia reunida en una sola obra, Emilio. Aunque admito que sería interesante.
Se sentaron en la terraza, con sendas copas de vino. El sol empezaba a teñir el cielo de malva.
—Te diré algo, Ramón —prosiguió Castelar, con su tono solemne—. Pasé años luchando por una república que no supo sostenerse. Tú, en cambio, siempre hablaste del orden, de la monarquía, y aquí estamos, viendo cómo la Historia da giros inesperados.
Campoamor asintió.
—La política es una tempestad, Emilio. Yo prefiero la poesía, que al menos no traiciona.
—Emilio, siempre defendiste la república y la libertad —comentó Campoamor—. ¿Cómo ves el futuro de España en este contexto?
—Querido Ramón, aunque nuestras visiones difirieron, siempre busqué lo mejor para nuestra patria. Creo que España necesita educación y conciencia para avanzar.
—La literatura y la política son reflejos de nuestra sociedad. Debemos seguir escribiendo y actuando para inspirar a las futuras generaciones añadió Campoamor.
La cena fue servida, destacando platos tradicionales de la región donde no faltaron verduras de la huerta murciana. El vino local acompañó las anécdotas y risas que llenaron la noche.
Al finalizar la velada, Castelar propuso un brindis.
—Por la amistad que trasciende ideologías, por la naturaleza que nos da vida y por España, que siempre encontrará su camino.
Los presentes alzaron sus copas, conscientes de que esos momentos de camaradería eran un reflejo de la esperanza en un futuro mejor.
Aquel encuentro en San Pedro del Pinatar quedó grabado en la memoria de sus protagonistas como una muestra de que, más allá de las diferencias, el diálogo y el respeto pueden construir puentes hacia la comprensión y el progreso.
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Evidentemente este artíulo es una invención, pero basado en hechos reales. Ambos personajes de esta historia coincidieron y fueron amigos en su senectud. Emilio Castelar y Ramón de Campoamor tuvieron interacciones en el ámbito político y literario de su tiempo. Fueron rivales políticos en el Congreso de los Diputados, uno de los encontronazos más notables entre ambos ocurrió durante las discusiones sobre el Proyecto de Constitución Federal de 1873 redactado por Emilio Castelar y que fue origen de la revolución Cantonal.
Pasado esta etapa se sabe que coincidieron en San Pedro del Pinatar de hecho en una entrevista publicada en el periódico «La Lucha», Campoamor comentó sobre un episodio de la vida de Castelar, lo que sugiere que ambos se conocían y compartieron momentos significativos como el que hemos narrado en la Casa del Reloj, domicilio de Emilio Castelar en San Pedro del Pinatar.
Nos vemos en Campoamor
