Torrellas. Verano de 1304.
El calor del verano caía pesado sobre Torrellas cuando Jaime II de Aragón empujó las puertas de la sala de piedra. El eco de una discusión encendida lo recibió incluso antes de que cruzara el umbral. Las voces de aragoneses y castellanos rebotaban contra los muros como espadas desenvainadas.
En el interior, alrededor de una gran mesa cubierta de mapas y pergaminos, estaban reunidos los delegados.
A la derecha, representando a Aragón:
—Don Juan Manuel, señor de Elche y Crevillente, apoyado ligeramente sobre su bastón, con una expresión de fría lucidez;
—Berenguer de Sarrià, con rostro serio y el ceño fruncido, protector firme de la Vega Baja valenciana;
—Notarios y consejeros que murmuraban entre sí sobre viejos fueros.
A la izquierda, por Castilla:
—El infante Don Juan, de mirada dura y gesto impaciente;
—Diego García de Toledo, Adelantado Mayor de Murcia, su mano apoyada sobre la empuñadura de la espada;
—El maestre de Santiago, con su manto blanco y la cruz roja al pecho, símbolo de la guerra perpetua contra Granada.
Cuando el rey Jaime II entró, las discusiones no cesaron. Al contrario, se intensificaron.
—¡Vuestros hombres cruzaron la frontera de Almizra! —bramó Diego García de Toledo señalando el mapa con un dedo tembloroso de indignación—. Tomaron aldeas que Castilla tiene derecho a administrar.
Berenguer de Sarrià respondió con un golpe seco sobre la mesa:
—¡¿Y qué me decís de vuestras incursiones en el término de Orihuela?! ¡Han saqueado huertas valencianas bajo la excusa de “reconquistar lo pactado”!
—El Tratado de Almizra lo dejó claro —insistió el infante Don Juan señalando uno de los planos—: lo que queda al sur de la línea es de Castilla, y lo que queda al norte es vuestro. Pero vos, dices que las huertas de Orihuela son valencianas cuando en verdad corresponden a Castilla.
Don Juan Manuel entrecerró los ojos, más cansado que enfadado.
—Señores, Almizra fue un pacto de intenciones —dijo con voz grave—. No fijó fronteras administrativas, solo rutas futuras. No podemos basarnos en él como si fuera una raya escrita en hierro.
El maestre de Santiago golpeó su puño contra la mesa.
—¡Mientras discutimos, Granada acecha! Castilla no puede permitirse desviar tropas hacia el norte para pelear con Aragón. Necesitamos una frontera clara, definida, estable. Una frontera que no nos obligue a vigilar cada collado mientras los musulmanes levantan sus lanzas en el sur.
Las palabras resonaron como un presagio.
Fue entonces cuando el rey Jaime II, con paso firme y expresión serena, cruzó el centro de la sala. Su sola presencia impuso silencio.
—Basta —dijo, sin levantar la voz—. Estamos aquí para terminar lo que nuestros abuelos comenzaron. Aragón no quiere una guerra con Castilla, y Castilla no puede permitirse una guerra con Aragón. Una disputa entre nosotros solo fortalecería a Granada, y ningún reino lo desea.
El infante Don Juan respiró profundamente, aún tenso.
—Entonces dadnos una frontera —pidió—. Una frontera que no dependa de interpretaciones.
Jaime II asintió.
—Hablad, pues. Si Castilla necesita seguridad, la tendrá. Pero también la tendrá Valencia. Orihuela, Elche y Guardamar deben saber bajo qué corona viven y debe ser valenciana por derecho de conquista, y Murcia, castellana, tendrá la paz con Aragón y así todas sus energías serán en la defensa de la cristiandad.
Berenguer de Sarrià añadió con voz firme:
—Los valencianos no pueden vivir en un territorio discutido eternamente. Necesitamos estabilidad tanto como Castilla.
Don Juan Manuel, como buen militar que sabía donde debía concentrar sus fuerzas pensó que llegado a este punto era mejor ser mediador, completó:
—Es momento de trazar la frontera real. No la de Almizra, sino la que garantizará paz verdadera entre Castilla y Aragón.
El rey Jaime II extendió un nuevo pergamino sobre la mesa.
—Esta es mi propuesta —anunció—:
La frontera descenderá a través del Campo de Cartagena, siguiendo caminos naturales y términos conocidos por ambos reinos.
El Adelantado mayor murciano se inclinó sobre el mapa.
—¿Y dónde termina? —preguntó.
Aquí intervino un mensajero murciano, Rodrigo de Alcaraz, que había viajado desde la costa.
—Majestad —dijo inclinándose—, hay un peñasco junto al poblado de El Pinatar. Un lugar firme, visible desde tierra y mar. Si se coloca allí una barra de hierro, será un mojón perfecto para marcar el límite.
Los presentes se miraron unos a otros.
El silencio se hizo profundo.
Finalmente, el infante Don Juan habló:
—Castilla acepta ese mojón. Necesitamos esa frontera para asegurar Murcia y concentrar nuestras fuerzas en la guerra contra Granada.
Berenguer de Sarrià asintió:
—Aragón también lo acepta. Así quedará clara la frontera del Reino de Valencia.
El rey Jaime II levantó la vista. Sus ojos brillaban con una mezcla de solemnidad y alivio.
—Entonces queda decidido.
La frontera entre nuestros reinos bajará desde las sierras hasta el mar, terminando en ese peñasco de El Pinatar. Se fijará allí una barra de hierro, que todos reconocerán como El Mojón.
El maestre de Santiago murmuró:
—Que así sea. Mejor un mojón firme que mil lanzas desenvainadas.
El rey Jaime II extendió la mano hacia el infante Don Juan.
Este la tomó.
Había nacido la Sentencia de Torrellas, y con ella, El Mojón, la frontera costera que aún hoy divide Murcia y Valencia… y claro, aquí está la historia, Campoamor está al norte de ese mojón y aunque fue tierras murcianas, hoy lo son valencianas, por historia y por un tratado entre Jaime II de Aragón y el infante D. Juan de Castilla.
Esta es una historia novelada que nos cuenta como pasaron las tierras donde hoy está nuestra urbanización de Castilla al reino de Aragón y con la anécdota que seguro a muchos les gustará conocer de como nace el nombre de la playa de El Mojón en San Pedro del Pinatar.
Torrellas (1304): la frontera costera queda fijada definitivamente
Este tratado es el que determina:
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El límite entre Murcia (Castilla) y Valencia (Aragón).
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El descenso de la frontera por el Campo de Cartagena.
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La llegada al mar en el peñasco de El Pinatar.
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La instalación del “mojón” —la barra o señal— que da nombre al lugar.
→ Este es el acto que crea la frontera histórica de El Mojón.
Otros datos de Interés:
Jaime II de Aragón conocido como «el Justo», fue uno de los monarcas más destacados de la Corona de Aragón. Heredero del proyecto territorial de Jaime I, defensor firme del carácter valenciano de Orihuela, tenía un carácter sereno, diplomático, reflexivo y profundamente legalista.
tenía carácter impulsivo y militar, defendía con firmeza las posiciones castellanas pero también sabía negociar cuando convenía.
Como contamos en el episodio anterior:
La frontera de Almizra pronto se mostró ineficaz. La crisis interna de Castilla, marcada por la guerra civil entre Sancho IV y los Infantes de la Cerda, abrió la puerta a que, cincuenta años después, Jaime II de Aragón invadiera parte del Reino de Murcia incluido Orihuela, haciendo imprescindible un nuevo pacto, de aquí la posición de fuerza que Jaime II tenía en esta momento histótico de Torrellas.
Debemos indicar que en el momento que Jaime II entra en Orihuela, esta estaba bajo dominio castellano en vasallaje gracias al Tratado de Alcaraz que firmaron castellanos y musulmanes del reino hudita de Murcia, pero esto es otra historia.
“La formación de la frontera entre los reinos de Valencia y Murcia” – Revista Murgetana (PDF)
Página de la Generalitat Valenciana, La Conquista
Puedes leer la primer aparte de este relato en nuestra sección de Historia de Campoamor y su entorno.
Nota- Un año después, en 1305, se firma el tratado de Elche pero este viene a corregir discrepancias interiores, no las costeras que son las que nos interesan en este blog de campoamor.com
Nos vemos en Campoamor
