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martes 10 diciembre 2024

Pequeña aventura en bicicleta.

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Desde el 76 hasta el 86 recorrí, en bicicleta, Campoamor y alrededores. Con 6 años salir de la urbanización era toda una aventura. Casi siempre con mi amigo Dani Robles. Luego la dejé aparcada hasta 2015. Desde entonces practico la bici de montaña. Ahora Dani me pide que comparta la ruta por la que cada verano, el primer sábado de julio, me traigo la bicicleta a Campoamor, puesto que, como todos sabemos, las bicicletas son para el verano. No es el camino más corto, tampoco por el más llano, quiero volver a vivir mi propia aventura; como un aprendiz de Melville, un imitador de Conrad o una caricatura de Pratt o Hergé; ellos muestran el camino. La ruta elegida minimiza el rodar sobre asfalto e incluye algunas sendas que me van a proporcionar diversión sobre ruedas. En la mochila casi 5 kilos entre herramientas y 3 litros de agua.

En plena canícula el calor es el peor enemigo por lo que conviene no retrasar la salida. Todo comienza con la ascensión hasta el Santuario de la Fuensanta, a modo de despedida de la Patrona, un tramo casi horizontal hasta la Balsa del Valle sirve de recuperación del primer esfuerzo. El terreno roto, con piedras sueltas y grietas, del Viejo Sequén conduce  por hasta la pista que asciende a El Relojero. La ciudad empequeñece con cada curva, cuesta distinguir la torre de la catedral, a cambio se ve todo el Valle del Segura, hasta Orihuela. El aire pesado, bochornoso y asfáltico de la ciudad, pronto se ve sustituido por aromas de tierra y de pino, de tomillo y de romero. El primer descenso lleva hasta la Senda Bonita. Un single track que discurre por la umbría de la montaña. Este año, una eclosión de mariposas la convertía en un pasaje onírico. Hacia la mitad la senda cruza a la ladera sur de la montaña. Entonces aparece todo el Campo de Cartagena, llano, aplastado por el calor; con la singularidad del Cabezo Gordo, enhiesto y herido, por una cantera que destruye el asentamiento de los primeros habitantes de la zona. Tras él, sus insulares hermanos, las islas de La Perdiguera, El Barón y, La Grosa. El viento de levante refresca el ambiente, sin duda hemos salido de la olla del Segura. Desde la Venta del Garruchal se inicia la Senda del Gato, llamada así por los arañazos que van dejando en las piernas el esparto que la limita.

El Relojero desde Senda Bonita
Umbría – Senda Bonita-
Un acompañante que se cruzó en Senda Bonita
Un camaleón en Sequen

La ascensión a Altaona nos vuelve a regalar unas vistas espectaculares, en los días claros se puede observar toda la costa, a modo de carta náutica, de Cabo de Palos a Cabo de Santa Pola. Por primera vez veo los edificios de Campoamor, que me dan la espalda, pues, pese a todo, el mar es mucho más atractivo para la vista. Una larga bajada me guía hasta el carril bici, paralelo a la “autovía del bancal”, quizás el único tramo aburrido de la ruta. Me gustaría decir que voy meditando, encontrándome a mí mismo y esas cosas, pero solo puedo pensar en la pedalada que va a seguir a la actual. Hace ya más de tres horas que salí de Murcia.

Pasando por Río Seco

Antes de llegar a Sucina una pista, nuevamente de tierra, discurre entre cultivos de secano, algarrobos, almendros y olivos hasta el Pinar de la Perdiz. La guinda del pastel es acabar la ruta por Río Seco pero, su estado ha ido empeorando desde hace cinco años y, este verano está impracticable. La carretera me lleva en descenso hasta Campoamor, pasando por El Pilar de la Horadada. Más de 5 horas desde que salí. 75 kilómetros pedaleando bajo el sol. Como Conrad, Melville. Pratt o Hergé mi próxima aventura será sentado en un velero… a ser posible sobre un mullido cojín.

Agradecemos a Antonio Ayuso este artículo de colaboración. Es todo un placer conocer esta ruta, seguro que muchos de nuestros lectores estarán encantados de hacerla.

Nos vemos en Campoamor

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