En esta categoría de historia de Campoamor hemos hablado varias veces de como se fundó el Convento de San Ginés situada en la finca que hoy se denomina de Dehesa de Campoamor, cerca del campo de golf. El convento dominico se fortificó y fue el lugar desde donde se organizó la defensa de estas tierras contra los contínuos ataques de piratas berberiscos. Una época tan exitosa que la comarca pasó a llamarse de Matamoros.
Fueron momentos de gloria, batallas y victorias pero no siempre fue así. Los dominicos por causas que se desconocen abandonaron el convento, y no fue hasta el año de 1640, cuando un grupo de monjes cartujos llegó a San Ginés con la esperanza de erigir un refugio de paz y contemplación. Lejos del bullicio de la ciudad de Orihuela, el convento de San Ginés pasó a llamarse cartuja de Viaceli. Las manos de los monjes, callosas por el trabajo, reformaron el antiguo monasterio, convirtiéndolo en un lugar propicio para la oración y la penitencia. El mar, testigo silente de sus esfuerzos, reflejaba la fe que sostenía a aquellos hombres en su austera existencia.
Sin embargo, la dicha no tardó en tornarse en sufrimiento. En 1648, la peste llegó con su gélido abrazo, asolando la comunidad. Uno a uno, los monjes caían, víctimas de un destino implacable. Entre ellos, el prior resistía con fortaleza, pero veía cómo su congregación menguaba día tras día. La enfermedad no hacía distinción entre jóvenes y ancianos, y pronto el monasterio quedó casi desierto, convertido en un tétrico recordatorio de la fragilidad humana.
El obispo de Orihuela, Lluís Crespí de Borja, protector de la cartuja, comprendió que la situación era insostenible. Con pesar, instó a los monjes supervivientes a trasladarse a la huerta de Orihuela, en una granja junto a la torre de Masquefa. Allí, rodeados de campos fértiles pero sumidos en la melancolía del exilio, los monjes intentaron reconstruir su vida monástica. No obstante, la nueva ubicación se convirtió en un tormento para ellos; las condiciones eran insalubres y la tierra, en vez de sostenerlos, parecía engullirlos en su desesperación. La comunidad seguía enfermando por las peste y la muerte llegaba con una rapidez aterradora, los cartujos comenzaron a llamar a Masquefa la «sepultura de religiosos».
En 1656, ante la evidencia de que su estancia en Masquefa era insostenible, los monjes obtuvieron permiso para regresar a San Ginés. La alegría del retorno se mezclaba con la tristeza por los hermanos perdidos.
Pero la amenazas piratas continuaban y en 1662, la situación se hizo insoportable: el monasterio, se convirtió en un blanco fácil. El obispo ordenó nuevamente el traslado a Masquefa. Con el corazón dividido, los monjes empacaron sus escasas posesiones y abandonaron una vez más su ansiado hogar.
El Capítulo General, indignado por las constantes idas y venidas, ordenó a los monjes que regresaran a San Ginés y no lo abandonaran sin su consentimiento. Obedientes, los cartujos volvieron y trataron de resistir en su amado refugio. Sin embargo, la incertidumbre, la falta de recursos y el constante peligro hicieron de su vida un calvario.
Durante cuarenta años, los monjes lucharon contra la adversidad, soportando la muerte, la enfermedad y el miedo. Finalmente, en 1681, la Cartuja de Viaceli y San José, aquella que había sido concebida como fortaleza contra los berberiscoa al mismo tiempo que remanso de espiritualidad, fue suprimida por falta de recursos.
Así quedó San Ginés, en la soledad de su llanura, con los ecos de los rezos disipándose en el viento, y el mar como único testigo del sueño truncado de los cartujos.
No es hasta el año 1822 cuando Wiliam Maclure compra la finca que hoy se llama Dehesa de Campoamor, pero esto ya es otra historia.
Nos vemos en Campoamor
referencias:
Historia de los monjes guerreros de Campoamor
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