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viernes 22 noviembre 2024

«En época de confinamiento» un artículo de colaboración de Carmen Jover

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Si dicen que el calor mata al virus, alguien está empeñado en que no muera porque está haciendo un tiempo atípico para esta época del año en Campoamor. Desde que se decretó el estado de alarma apenas ha salido el sol unas horas y ha llovido de manera inusual. La rambla debe estar de nuevo afectada por las lluvias. Aun así, no queda otra que adaptarnos a la situación. El clima pasa a ser algo secundario en el paréntesis que estamos viviendo. Con resignación permanecemos en casa y aprovechamos el tiempo de la mejor manera posible.

Esta situación servirá para futuros estudios de psicología social, pero a nivel individual también tiene su importancia. Nos sirve para experimentar por un tiempo y de manera obligada, una vida diferente creada desde la ruptura del trajín que cada uno llevamos encima. Como si fuera un lienzo y alguien te dijera: “dibuja tu día”. El truco es que tienes menos materiales para hacerlo.

En los primeros días esto parecía un reto; Pero pronto fuimos creando nuestras rutinas. Mis días compaginan varias actividades muy variadas, aunque todas ellas comparten ubicación: mi casa en Campoamor.

Como ejerzo la abogacía, aprovecho y dedico alguna hora a algún caso pendiente. Lo estudio, leo algo de jurisprudencia, redacto una demanda. He de confesar que algún cliente ya ha pegado la espantada. Lo cual me parece absolutamente lógico teniendo en cuenta que la declaración de nulidad de un matrimonio puede esperar, cuando tu mayor problema ahora es encontrar un bote de lejía en el supermercado; O el tema de expulsar a los okupas de la casa del campo. Eso es ahora un problema menor, teniendo en cuenta que tienes a tres verdaderos okupas berreando en tu salón durante diez horas al día.

En el Estado de Alarma por la pandemia, he tenido el honor excepcional, (léase con un tono irónico) de tener que acudir a un juicio. Debí ser de las pocas abogadas a quienes les tocó durante la semana pasada ir a la Ciudad de la Justicia de Murcia.

Resultó a ratos cómico y a ratos apocalíptico ver a los operadores jurídicos con sus guantes, mascarillas y algún que otro medio de protección artesanal, celebrar el acto respetando el metro y medio o dos metros de distancia entre unos y otros. Al finalizar me apresuré en volver a mi casa, no sin antes observar durante el camino a la salida el momento único de examinar ese vasto edificio vacío, con las pantallas apagadas y tan solo encontrarte los servicios mínimos de vigilancia y funcionariado. Una batallita que contar.

También dedico algo de tiempo a un pequeño huerto que construí en el jardín hace unos tres años. Ahora crecen fresas y dos plantas de ñoras que han sobrevivido a este invierno.

(Fresas de Carmen Jover)

En esta encerrona también me acompaña un maletín que me compré en el zoco de las pieles de Marrakech. Buscaba uno marrón lo suficientemente grande para que me cupiera un expediente. Necesitaba uno para trabajar. Lo elegí, me lo traje y le di dos o tres usos de los que tenía destinados. Al cabo de un tiempo imprevisiblemente y por otras cuestiones se le empezó a dar otra utilidad, eso sí muchísimo más interesante. En él transporto ahora óleos, pinceles, trapos, aceite de linaza, esencia trementina y aguarrás, y me entretengo con él y algún lienzo otras tantas horas a la semana.

De vez en cuando vigilo los gusanos de seda, tan de estas fechas junto con los paparajotes y los michirones, que mis sobrinas me encalomaron. Mejor dicho: me encomendaron la misión de proporcionarles el suficiente alimento para mantenerlos vivos, y en eso estoy.

(Los gusanos de seda)

Me entretengo con mi gato, le hago alguna foto, la subo a Instagram; Está engordando, nos ha dado por comer. Me apunto a clases de dibujo por whatsapp; En otros tiempos me hubiera parecido una frikada pero ahora parece estar justificado. Aprovecho y me matriculo en un postgrado.

Diría que en general la vida parece algo más pausada. Suena “Rocket Man” de Elton John. Parece que se avecina buen tiempo.

Un artículo de colaboración de nuestra lectora Carmen Jover.

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