Ayer, un lunes cualquiera del mes de febrero, presenciamos un curioso espectáculo en la playa de la Glea. Un señor, de unos 60 o 65 años llegó en bicicleta, arrastrando un remolque sobre el que llevaba una extraña carga. El hombre lucía un impresionante físico, su cuerpazo alto y musculado, con buena agilidad, parecía desafiar los límites de su edad. De esas personas que tienen la suerte de tener una genética envidiable. Al preguntarle por la carga, respondió que era ruso y que no entendía.
Muy concentrado en lo que hacía fue descargando su artilugio para ir montándolo en la playa. Sobre una pieza principal que era una tabla de windsurf comienza a montar, un mástil de carbono, con una vela de loneta de tapar muebles, con la posadera de una silla de cocina, los remos de un falucho, el timón de lo que podría ser un Optimist, para darle estabilidad añadió tubos de bajante de la comunidad, como si fueran los patines de un catamarán y así hasta completar el tetris.
video artilugio que navegación
Todo el montaje lleva un proceso concienzudo en el que hay que atornillar, atar, calibrar, etc, etc. Uno mira al hombre en acción y no sabe que pensar, ¿es un loco o un genio? En cualquier caso, parecía un náufrago decidido a escapar de la isla.
Cuando nuestro “MacGyver” acabó de montarlo todo, arrastró la embarcación, haciendo alarde de músculos que pueden con eso y mucho más. Al meter el barco en el mar nos percatamos de que parece que no coincide la dirección del asiento, con el timón y la tabla. Sin embargo, cuando se sentó y comenzó a remar de espaldas, como lo hacen en las competiciones de remo todo queda más claro y cobra sentido. Parece que la embarcación se va a hundir cuando toma asiento, pero no, milagrosamente todo queda muy justo pero flota. Este hombre tuvo que ser deportista de elite de la antigua rusia, un CCCP del soviet, probablemente un medallista olímpico de remo, porque empieza a remar como si le fuera la vida en ello.
Lo vimos partir a las 10:30, dirección levante, las remadas continuas lo alejaban poco a poco, hasta que su silueta se perdió al cruzar el pico de Cabo Roig. ¿A dónde iría? Algunos curiosos lo volvieron a ver sobre las 15:00, llegando a la misma playa de la que había partido ¿Habría estado remando 4 horas y media? Yo creo que sí, que son de esas personas elegidas una entre un millón, de las que hacen cosas extraordinarias y pasan por delante nuestra, sin hacer ruido. Y así termina esta historia en la que nuestro protagonista, desmontó su “navegachisme”, la cargó en su remolque y se marchó con su bicicleta con una expresión de satisfacción en la cara.
